A la honradez del jornalero infiel,
a la escritura del carpintero analfabeto,
al marcapasos del corredor de fondo,
al posavasos de la maceta de hormigón,
a la locura del arquitecto del miedo,
al peligro selectivo del detonador,
al arrebato callejero del vendedor,
a la pena del barquero y del pecador.
Presumiendo de obras arquitectónicas paternas
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