Derretida la tecla que marcó el grito apoteósico,
fundida la madera de la parte de atrás
con savia de aguarrás
y excusas de juego apostólico.
Cosidas las legañas del tiempo
con hilos de Satanás
se perdieron oscilaciones del mar
a costa de cualquier lamento del momento.
Podrida la naranja y la costilla,
nacidas de cualquier fraseo
por sentirse seguras en cada orilla.
El Adán y nuestra Eva,
dos, sus dos mareos:
bacanal de miradas ciegas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario