Nada más bajar, sin poder evitarlo, sus miradas se cruzaron y ya todo
surgió por si mismo. En la misma estación sus cuerpos fueron uno, el derroche
de pasión los llevó al infinito, en el suelo y en el cielo, uno dentro del
otro, sus ojos a medio abrir, sus lenguas húmedas y sin parar de lamerse, sus
olores entremezclados a la vez que fundaban uno nuevo, un placer que seguía a
otro por venir, las manos de arriba a abajo, acariciando y ensuciando, la
respiración totalmente dispersa, gritos y suspiros
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