martes, 8 de julio de 2008

Romperé la ola y haré dos regalos...

Tal vez desde las Islas Coco, tal vez desde lo largo y ancho del corto y estrecho litoral hondureño, me paro a silbar al sentido perdido que encontramos a cada siete minutos de vida. Si todos los problemas del mundo fueran de drogas y rock and roll al menos todos seríamos felices y dinámicos, no estaríamos siempre luchando contra monstruos sin piel ni nombre, contra un perfecto imperfecto.

Conozco (el que escribe, sea quien sea, desde luego no soy yo) demasiados jóvenes que se aferran al consumo droguil, como arma de descontrol desmesurado y de atisbo a la locura. No puede haber papel firmado por mi sombra para negar, por una parte; esta evidencia, y por otra para desmentir el pesar por lo mismo, a secas, como el Mediterráneo en unos cientos de lustros.

Saber recurrir al (los) elemento(s) en cuestión, con paciencia y con respeto, con abusos bien conocidos a priori, con excesos bien definidos deben de formar parte de la educación actual, no es cuestión de tildar de cruel a la bondad.

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