miércoles, 28 de enero de 2015

Muere

Has muerto, de tanta sal y tanto colesterol.
Mueres por no amar los rayos del sol y renegar del frío polar.
Sientes que es tu último aliento porque no te quedan segundos felices que imaginar,
los mismos que llaman a tu puerta de la calle de no se sabe donde.
Mueres, la muerte es que no te quieras levantar a fumar,
la muerte y sus discípulos tan animados por el rencor y la pasividad.
Disfruta tu muerte, muere y vuelve a morir,
juega con tus anillos de casada y luego vuelve a morir,
al final de la calle Mayor, al principio de tus menores problemas.

miércoles, 21 de enero de 2015

Donde las vías acaban

Recogiendo la ropa lanzada con odio desde aquella ventana es fácil salir por la puerta de atrás.

Perdido entre la desolación y los Tanquerays servidos sin preocupaciones morales uno siempre llega al final de las vías, allá donde los trenes reposan para ir algún día a alguna parte. Dentro de ese cinematográfico escenario y fundido por la estética de lo magnético de los anclajes vagón-terminal me sentí con un poco de fuerzas para escribir sobre todo lo que había pasado en los últimos tiempos. Después -verdaderamente apenas pasaron más de diez segundos- recordé que lo había olvidado todo. Por suerte era tarde de esas en las que el sonido del viento ya te hiela la piel. Morí congelado. 

martes, 20 de enero de 2015

Voy a hacerte feliz

Voy a hacerte feliz, pasearte por mi suburbio pintado de azul.
Te caminaré a posadas llenas de enfermos anónimos con sus mejores sonrisas.
Te juzgaré por la alegría de mis caminos de dulce barro impenetrable,
haciendo dos cosas de una sola te permitiré ser feliz.
Voy a hacerte feliz, a perdonar toda la lágrima surgida de ver mi mundo alegre,
a contar el cuento de duendes que juegan a ser toreros, con toros de cartón.

lunes, 12 de enero de 2015

La chica del sombrero marrón

La chica de ayer con su sombrero marrón anda firme hacia el primer bar, sólo detenida por semáforos caprichosos y por mendigos que despiertan su sentimiento más humano. Llega, pide un par de Coca-Colas, la primera para la sed, la segunda para el disfrute. Marcha rápido, linealmente llega al fondo de su habitación y empieza a escribir de manera compulsiva. Entonces -de repente- olvida el desenlace de la historia que estaba a punto de rematar. Se enoja y acaba pidiendo compasión al sol, que ya asoma en el horizonte montañoso. Finalmente duerme soñando en el mejor de los desenlaces aún a sabiendas de que todo lo habrá olvidado al despertar.