jueves, 23 de enero de 2014

Nos enfrentamos ante la necesidad de tener que decir que sí, para no molestar.
Nos ajustició el sol de aquellas noches doradas y fue justo cuando mi teléfono acabó en tu bandeja, para tantear a la suerte. Después de tanto tanteo terminé tentándote y nos fuimos al mar, donde festejamos, los dos solos, nuestro Vietnam. Y entre tiros y metralla me dijiste que ibas a poder volar esa noche y fuimos (los dos) los que terminamos por tocar las nubes. El cielo compensando el momento preciso de tener que salir corriendo, el sol escondido unos minutos más, aferrándose al sentimiento disperso de querer dejarnos ser felices. Ahora ya es hoy y no queda más que consumirnos por la realidad y toca correr, coger las dos o tres cosas que tenemos y movernos a ritmo de caderas drogadas por doquier.

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