jueves, 6 de noviembre de 2008

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4 DE NOVIEMBRE. BARAK.


Qué negro está el cielo, me deslumbra tanto sol. Lo veo todo negro, me encanta este colorido mundo que tengo delante. What a wonderful world…esa mágica canción. Se respira, se toca el cambio, puede que sean las hormonas, puede que sea simplemente cualquier cosa. Nunca entendí los estereotipos, los símbolismos negativos referidos a este color ¿acaso no es el negro el color que recoge toda la luz incidente? Tendremos que escuchar más a la ciencia.



No representa el cambio, porque el cambio requiere giros, los giros marean y nos terminamos por caer. Representa la esperanza, el silbido del que va feliz al trabajo a sabiendas de que es un placer aupar en la vida a sus representantes genéticos en la Tierra, el que aún con décadas a las espaldas tiene ánimo para cambiar las tornas por puertas automáticas; no quedan demasiados de ésta clase.



Es cierto que nos acostumbraron desde jóvenes a desconfiar de la mirada fiel, de las palabras certeras y del lenguaje de masas, para que la caída fuera menos intensa. En el fondo, pocos somos tan seguros en éste rechazo, tan ajenos a las buenas palabras; corazones abiertos para aires nuevos que limpien tanta contaminación, tanta putrefacción formada por el pésimo uso del poder, por tener tanto que al no saber manejarlo se termina (en muchos casos) convirtiendo en muy poco.



También es cierto que es complejo asumir el dominio mundial de tan pocos representantes. Sentirnos gobernados por escasas manos crea tensión, comprime las arterias y nos lleva a la indiferencia. Aporta una desconfianza que no tiene por qué ser perjudicial para el avance de los pueblos, pero no por ello se tendrá que caer en el pesimismo, en la penumbra mental; para cegarnos y terminar en una anarquía total, en un caos sin freno…la cuesta tiene demasiada pendiente para dejarnos caer.

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