martes, 17 de febrero de 2009

inocentemente rebelde

INOCENTEMENTE REBELDE

¿Qué nos queda del tiempo en el que éramos inocentes?,
¿qué nos queda de los momentos en los jugábamos a no dejar de jugar?
¿Cuánto queda para no entender como normal a la violencia,
al desamparo, a la locura y al afán por el poder? ¿y a la riqueza?

A la locura del perdón,
al hospital de alegrías y de la razón,
al antojo del despojo
y a la sangre fría del corazón.

A tanto que nos queda por andar,
a lo que ya andamos de mejor o peor manera,
al joven que parece muy viejo,
al viejo que es feliz con un trozo de madera.

Al disparo que salió rebotado,
al enfado de la mejor persona del mundo,
al asesino que decidió empezar por él mismo,
a la mala suerte que le salió todo bien.

Al competitivo que se dejó vencer en plena línea de meta,
a los objetivos que están por cumplir,
a la carta que me devolvieron y que nunca reenvié,
a las malas caras que no pienso ni mirar.

Al viento que despeina al presumido,
al vuelo de tanto ave que anda perdido,
a una cosa y también a la otra,
a poco que diga y mucho que piense.

A todo lo que pueda hacernos dar cuenta
que nada vuelve y todo corre,
que si uno se esconde
sólo sirve para no ser visto.

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