Es cierto. Durante 70 u 80 minutos el tiempo se seca y pierde su temple contínuo y evolutivo. Después, cuando esos momentos se pasan y la cabeza vuelve a pensar a un ritmo más común, la realidad se vislumbra de nuevo, aunque eso pueda tener consecuencias no deseadas. Entendemos, por tanto, una existencia de la temporalidad que como mínimo es doble, atendiendo a momentos coherentemente tranquilos y a otros en los que la mente y su propia actividad inhiben nuestros "receptores temporales", perdiendo el concepto del paso de los segundos.
