jueves, 3 de junio de 2010

La noche y el barro


Y sí, anduvimos buena parte de la noche (porque la otra ya pertenecía al día) recorriendo las calles, la música a punto de estallar y las cosas que pasaban casi sin tiempo a reflexionar sobre ellas. Luego, llamadas que no tenían respuesta, por mi parte. Estar ajenos del mundo exterior es engañarse a uno mismo pero también es buscar la calma interna, es no tirarse de los pelos e intentar vivir en una mentira que tiene los días contados, pero hay cuentas muy largas. Generalmente podríamos entender al destino como algo maleable, pero no siempre existen cárceles con las puertas abiertas, para entrar y salir como a uno le plazca. Finalmente, volver con el sol en la cara y el corazón encogido después de tantas pasiones, unas más que otras, algunas más limpias y otras embarradas por la propia noche, no vimos el charco y caímos de boca.



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