viernes, 17 de febrero de 2012

El final de un nuevo final

Duro el infierno del suelo helado y los pies bien descalzos.
Mientras iba pasando el tiempo vi que me saludabas dos o tres veces: yo no te quise escuchar aún cuando no me dirigiste más de tres cuartos de mirada. A su vez, la droga no paraba de circular y bueno, tu eras una cata enmascarada en forma de diversión. Seguía quemándote la ropa, rondando la habitación algunas almas perdidas y fumando el que menos jugaba al azar del viento en proa. El desmadre de los acantilados, de los laberintos con salida, se nos metió bien dentro hasta que decidimos salir de aquella celebración maldita, terminando por ahondar en charcos en los que nadamos como el que más, ajusticiando a los más culpables. Yo, con mi manzanita en la cabeza, ni cerraba los ojos ante los lanzamientos y así llegué hasta el tercer siglo de oro de nuestra vida moderna, ese en el que tu eras muy barroca y yo simulaba estar en el renacentismo más acusado. Perdonen mi neoliberalismo, que no es más que grunch manchado con tinta roja.

THE END.


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