sábado, 11 de agosto de 2012

Estamos navegando por la ola de la libertad, que no es libre pero nos hace creer que podemos recorrer miles de kilómetros con la ayuda de un único mechero. Al final de la calle ya no nos enciende y casi nos queremos recomponer al ver a las palomas saltar y a las ranas sprintar. Hay que ser hombre para poder pararse a mitad del camino a decir adiós, que es hasta luego, aunque para algunos siempre suele ser un adiós a secas, no porque realmente lo sea, sino por su indiferencia que realmente es desconocimiento. No entendemos que es el jet lag los que siempre nos dedicamos a andar por encima de los tejados y a dormir de día, a no dormir en semanas y a volver a despertarnos en lugares desconocidos; a cantar sin voz, a juzgar al amor.

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