miércoles, 19 de junio de 2013

Mendigando en Atocha con Jose Antonio Primo
me vi encerrado en un river tan lleno como enrocado,
jurando a las viejas niñas del futuro al que no podré volver
y persiguiendo a la dignidad en una montaña de trapos sucios.
Bendiciendo al botones de La Casita,
que me ayuda a subir mi corazón adentro de ese edredón,
me acuesta y amanezco de nuevo en el ayer.
El tiramisú ya está a punto de caramelo: amargo pero suave.

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