miércoles, 4 de septiembre de 2013

Delirium tremens

Perderte es ver marchar al colectivo con todas esas caras observándote,
mitad risueñas, un cuarto de compasión y otro tanto de impotencia. Me late veloz.
Juzgarte es bendecir a las palomas de tu azotea y deshojar árboles caducos involucrados en un otoño feroz:
¿cuándo dejará de nevar en esta ciudad condal a orillas del desierto de tu mirada?
Mientras barro el barro y me acuesto con Delirium tremens,
pregunto al cocinero de la esquina qué tenemos para hoy
y tiro al cielo la moneda del azar, que no me miente más que para decirme la verdad.

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