viernes, 28 de noviembre de 2014

Aquel cumpleaños infantil me obligó a salir fuera a fumar.
El mechero, ya carente de sus primeras cualidades, hizo que se me helaran las
manos y uno tras otro los cigarros ya encendidos caían en la densa nieve,
formando pequeñas marcas similares a disparos de hormigas. Sonriendo por lo
absurdo de la situación decidí entrar de nuevo en casa. Los niños habían tomado
el poder y yo era el rehén de aquel ejército de hormigas nerviosas. Espero que

me sepan entender.

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