sábado, 8 de marzo de 2008

El problema no es del tiempo

El tiempo pasa para todos igual. El tiempo es como el soplo del viento, cada soplo forma finalmente el aire pero a la vez no supone más de una porción totalmente irrisoria de éste. El tiempo empieza, se acaba a veces y se mantiene inestable, el tiempo dura lo que dura el tiempo. Cuando nos hemos dado cuenta el tiempo se nos ha ido y, por mucho que lo intentemos, no volverá al principio.

El tiempo es consejero y sabio, es cruel y malvado, es constante y sincero. El tiempo nos hace aprender a no perderlo, a jugar con él, a reirnos de su paso y a perdernos en lamentos.

El tiempo para algunos es pararse a mirar las mariposas pasar; para otros significa difundir su religión por todo el mundo y hasta la muerte, para otros asesinar a sangre fría y volver a casa abrazando a sus hijos con cara feliz...

El tiempo no tiene dos ni cien caras. Tiene una que cada uno moldea a su forma e intenta irla manteniendo, o no. Aprovechar el tiempo es de sabios, pero también lo es perderlo. Es un arte dejar que pase pero no es menos intentar que los segundos se congelen para siempre.

Lo importante, sin duda, no reside en aprovecharlo de una u otra manera, o en no querer usarlo para nada. Lo importante es que tu tiempo no afecte al de los demás, que la mala praxis temporal humana no se corresponda con atentados ni barbaries, ni con odio y miedo.

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