viernes, 5 de junio de 2009

Retrospectiva polinizadora

El rock es fidelidad y transgresión. Quien no es fiel a su banda es un nómada con canciones que nunca madurarán, que siempre serán buenas pero que se quedarán con el gusto y el placer en los dientes de verse evolucionar hasta puntos insospechados, de reafirmar su condición de melodía seductoramente rockera y de punteos armoniosamente satánicos. El rock también es transgresión, la misma transgresión que separa y que une, que en ocasiones modula y triangula las canciones de manera tan rápida que escapa de la fidealidad y que consigue que una banda se mire a los ojos y sepa lo que cada uno está pidiendo del que tiene al lado. A veces ambos factores se unen y surgen maravillas, surgen espontaneidades duraderas y metamorfosis apocalípticas que durante años, nos estremecen y nos hacen sentir que aún queda sensibilidad dentro de cada uno de nosotros.

M.P.


Gracias a la autorregulación neuronal, a la cantidad de neurotransmisores que cada una de nuestras neuronas emite, cada mente funciona de un modo o de otro.

Uno de estos tipos es la mente de la disconformidad, la mente del nerviosismo, del pensamiento constante, de la necesidad de superación, de la charca pisada: la misma que uno pensó que iba a ser un océano. Es como poner dos puntos después de una serie de comas, literariamente hablando alguien podría venir a torturarme por dicha actuación y culparme de asesino varonil de la sintaxis más ortodoxa y...¡yo no quiero eso!.

Si la cosa consiste en dejar corazones calmados yo no puedo presumir de tener un Honoris Causa. A Causa de todo esto a veces llegamos a puntos de retrospectiva febril, a plantearnos cada paso como si fuera la carrera de nuestras vidas, a no darnos cuenta que la margarita que se pisa sin querer volverá a renacer a la mañana siguiente con los primeros rayos. Ahora me paro y reflexiono sobre la necesidad de un equilibrio más mundano, unos textos menos refinados, más alejados de la complejidad que supone cada momento. Es obvia la necesidad de adaptarse al lector, que aunque sean pocos y silenciosos, son de diversos puntos del planeta y con distintas acumulaciones culturales (puesto que la cultura no puede ser definida en una única dirección).

Espero poder encontrar, por tanto, ese puerto del que hablamos (escribimos y leemos).

Lo dice Marcelo Parco.

1 comentario:

Borrego dijo...

Vaya texto... me ha gustado