lunes, 19 de octubre de 2009

Inframundos

La palabra inframundo cada vez se pronuncia menos en este siglo XXI; tú que me bajaste a los infiernos te quedaste marcando números de venta directa, esa tele local te tiene ensimismada. No hace falta el humo, los alcoholes, los papeles ardiendo ni los disparos para llegar hasta ese lugar, aunque generalmente los hay. No todo el mundo está tan bien como tu estrella ni generalmente se está tan mal como la degeneración del urban-reality que tanto se expande por cada cadena televisiva: la escoria de la ciudad representada en minutos de yonkis-entrevistas. El yonki-respondedor es una especie alejada de este inframundo. Quien baja hasta esos profundos Everets (¡paradoja!) es consciente de por qué ha llegado, a lo que se enfrenta y cual es el camino que (imagina) será el mejor para llegar al fin deseado. Yo no voy ni a correr ni a escapar de mi destino, yo no pienso en peligros; decía el poeta. El inframundo es un estado pasajero, es un billete que a veces se convierte en un vuelo nacional, en ocasiones intercomunitario y, sólo de vez en cuando, intercontinental, las horas pasan lentas y se nos va cercando la posibilidad de escapar cuando llegan las turbulencias. Generalmente pasan, después de abrocharnos bien el cinturón. Es difícil ver, si algo controla mi ser; decía el poeta. Confiamos en la estadística y montamos en aves veloces, no hay escarcha ni viento de tramontana a esas alturas o, si los hay, no suelen derribar a nuestra especie más fiel. La vida puede ser maravillosa.

1 comentario:

Salva dijo...

También está Extramundi, que es una aldea gallega.