miércoles, 11 de julio de 2012

Cuando el que escribe es ágil no tiene por qué mirar la curvatura de las vías. Las tabernas se llenaron de fuegos artificiales que golpeaban en el techo y terminaban por quemar las pieles vivas de los animales humanos que allí estaban. La fiesta no paró para tomarse un respiro y hasta las máximas lechugas terminaron por entender cual era el fin de todo aquello. Las plumas ágiles que siempre nos hicieron sentir emoción, los Charles, Garcías y Quevedos. No podría entenderte, a ti maldita vida, sin los textos que nos hicieron sentirnos vivos, ni sin las creaciones que nos persiguen durante tantos años. Nadie podría decir que los momentos son ágiles, nadie entendería mareas derrumbándose en laderas de montañas de interior, si nadie lo hubiera redactado. Nadie podría dedicarse a recoger nenúfares en lagos helados de alta montaña. Nadie perseguiría a la alegría si no fuera porque la risa tenía una cita a medias tintas con la hermana gemela de la locura. Que hoy se acuesten temprano los borrachos, que se levanten los dormidos para tomarse otra copa más.

1 comentario:

T. dijo...

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