martes, 11 de septiembre de 2012

Ayer, hoy y mañana

Aunque nunca me paré más de diez minutos para escribir catorce versos sí que me detendré cuarenta noches para decirte lo que ahora te vengo a decir. Como si las teclas fueran socios de noches fugaces o como si los esparadrapos estén tapando mi curiosa timidez, hasta que el sueño venga. Ya que la sombra de la luna es coqueta y desnuda, al igual que tu mirada de jueves a la tarde, o de miércoles a mediodía; me puedo permitir licencias de escribir furtivo. Puesto que conducir el camión de tus cosas es descargar mi cansancio en tu fuerza, ya creo tener las cartas para ganar esta apuesta, puedo conducir por la autopista de la libertad (que es la de la felicidad). Como la distancia se hace corta cuando las bases son anchas creo que no existen alisios para llevarse murallas, lapas o montañas de gelatina. Como si tuviera la libertad de decirte las cosas que te digo cada diez minutos, como si todo fuera tan verdad que es verdad.

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