
Escribiendo desde el camerino, sobre los disparos de detrás de esa pared. Imaginar el riego imparable, la marea de color cálido, hasta el final de la avenida. Sin prisas, sin gritos, sin aspavientos. Su larga caballera tapándole el rostro: aún restaba felicidad en su gesto, ni tiempo para sufrir. Ayer no ocurrió nada pero la temporalidad es como pensar lo que ocurre en habitaciones vacías, mundos paralelos. El puzzle de diez piezas terminado en ocho minutos y orgulloso él. Y mientras la barquita de la sociedad remando a nuestra vera, nosotros preparando los cañones en silencio sepulcral, o no tanto. Los vasos chocan a cada rato y de momento no hay restos de cristales, que no son cortantes pero si asesinos. Y, mientras, con perspectiva cónica, me voy de la mano de los honorables caballeros, los que ya no existen.
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