¿Como que te fuiste tan de noche si aún no habíamos ni amanecido?
Con la torpe bondad no me dejaste razonar
y ahora te me estás yendo sin fecha para andar esperando.
Como si las arrugas fueran folios desechados,
como si realmente me dijeras que nunca te regalé las rosas y los versos.
A la media luna encima de la nuca, tan vigilante y tan quieta
poco a poco encaramándose para el cara a cara;
le dijimos espérame en el cielo,
pero que fuera pasado mañana,
había cuentas por pagar.
Y las golondrinas tristes con su mejor sonrisa frente al sol,
derretidas y fundidas por el día a día poco fértil,
sequías y demás lluvias sin futuro alguno:
para no tener de nada hay que saber qué se puede tener.
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