sábado, 8 de octubre de 2011



Hasta volverte muy loco. Hasta quedarte pequeñito. De la risa llegamos al viento y el viento nos sopló a modo de ráfaga huracanada. Al final nos paramos en el escalón del orgullo y el ritmo (acompasado del mercado y del pescado), para meter ubres y renunciar a paradójicos orgullos. Si creamos la ciencia y la ciencia creó a Dios entonces fuiste tú mi latido y yo el maratón de cualquier digamelón. Siempre sudando y cansado, siempre sin llegar a la colina de la falta de ansiedad.

1 comentario:

antonio gasalla dijo...

esperando la carroza