sábado, 28 de abril de 2012

Soledad

Se escuchaba de fondo el piano bar, así como vasos rompiéndose, gritos de señoras que estaban siendo perturbadas y caladas emitidas al aire con despecho. Y en la esquina, sentada y ajena a tanto ajetreo, Soledad, atenta al paso de los minutos, sin añorarlos y sin culparlos de nada, tan tranquila pero tan pendiente de la inevitable letanía. No hubo obsequio lagrimal y las puertas se fueron cerrando, todos y cada uno ya en casa.