lunes, 14 de mayo de 2012

Que vivan los novios

No sé que me pasa pero me enamoré de los adoquines de la brisa y llegué sin estar perdido a las cenizas de tus canciones. Acudí a la fiesta que se celebraba en pro de tus nuevas moradas y me invitaron a compartir habitación con esa chica del fondo, que esperaba tocando sus mejores melodías con un bandoneón muy usado. Bailé como tímidamente el amanecer me iba permitiendo y finalmente acabamos aullando con lobos al ritmo de la mejor serotonina dispersada por los alientos que nos rodeaban. Cuando desperté, dos ciudades colindantes después, pensé en todo lo que había pasado pero lo había olvidado todo, para luego darme cuenta que aún así tu nunca habías entendido nada. Volviendo a casa me pareció atravesar ese jardín festivo y allí estaban los dos enamorados. Mis ojos cansados por los días navegando entre sábanas y espartos tuvieron energía para sonreír sin tapujos de una manera sincera y alegre. Al final, cuando encontré mi destino le propuse a la desgana ponerme la alfombra roja y juntos fumamos sustancias importadas de los buenos momentos.







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