domingo, 16 de diciembre de 2007

Mi pequeño mundo paralelo (I)

Espantado por un incesante pero incomprensible arrebato visual to pass huyo como ardilla de ciudad y os presento un relato. En fascículos será más eficaz.




¿Qué demonios era ese ruido? Ah, sí, ya lo recuerdo. Lo recuerdo porque lo vi. Vi el café rebosar en la cafetera y fluir como un río sinuoso y angosto a lo largo de toda la mesa, un río con olor propio y color atípico que fue tiñendo el suelo de la habitación.

A pesar de que sólo me tumbé apenas unos minutos a esperar que el agua del café terminara de hervir, había sido agarrado por un sueño profundo, un camino a la desconexión neuronal que me estaba resultando placentero y fugaz. El despertar brusco tuvo como consecuencia un pequeño estrés que terminó por acentuarse al ver la solería que me regaló mi madre manchada por todo ese líquido, por toda esa sangre marrón.

Mi cabeza aún no debía de estar completamente activada tras el brusco despertar ya que mi primera reacción fue correr hacia la cafetera rebosando para apartarla y llevarla al fregadero: ¡maldito error! Aún me duele recordar los sarpullidos que durante más de diez noches y diez días pude observar en mi dulce y suave piel. “Estúpido, eres un estúpido, no vales para nada, deberías haber hecho caso a tu padre y haber trabajado en aquella explotación minera hasta la jubilación anticipada, hasta los 50 o los 60, hasta que tus músculos no respondieran más a los impulsos nerviosos de tu cerebro” me dije. Pero no, yo seguía encerrado en mi mismo y, tan confiado estaba de mis posibilidades artísticas que me aportaba mi actitud bohemia que llevaba dos años viviendo de pequeños encargos de revistas mensuales o semestrales, algunos artículos que siempre necesitaban a última hora para terminar de cerrar la edición, para rellenar ese hueco que les faltaba.

Estaba terminando de recoger todo el estropicio provocado por el desliz soñoliento cuando sonó el teléfono. No recordaba el lugar exacto donde había dejado el terminal inalámbrico que por aquella época disponía, ya que, llevaba varias semanas sin recibir siquiera una llamada de un familiar, por lo que tuve que ir tanteando, atendiendo a la información que mis oídos me proporcionaban. Esta vez no tuve tanta suerte, era mi primo Bryan:

- Mira, Kevin, yo sé que tú sigues en tus trece de querer ganarte la vida con tus textos, que confías en ti y en tu arte, y te respeto. Pero creo –se detuvo durante varios segundos en lo que bien podría haber sido sustituido por un pausado suspiro- que debes de intentar por una vez vivir en el mundo real, probar a ver que ocurre si te paras a respirar como el resto, con un trabajo y una familia, con unos amigos con los que emborracharte cada noche de sábado y una mujer que te espere en casa con una sonrisa afable.

Bryan sabía muy bien cual era mi forma de pensar, de ser, de sentir e incluso de responder airadamente ante este tipo de insinuaciones. Esta vez fue diferente y me callé, me detuve a escuchar qué es lo que quería seguir diciendo.

-No puedes pretender siempre –continuó- que los tuyos se preocupen por ti, creo que ha llegado el momento límite y quiero ser yo quien te lo avise. Sé que tu padre me lo dijo anoche para que yo hiciera esta llamada hoy y, de hecho, lo hago porque creo que sus palabras iban muy en serio. Dijo –su tono se volvió incluso más serio y paternalista- que, si a final de mes no te hubieras querido incorporar a la mina nunca más tendrías la oportunidad de aceptar ese trabajo, tendrías que buscarte otra cosa cuando ya no tuvieras otro remedio.

No hay comentarios: