martes, 18 de diciembre de 2007

Mi pequeño mundo paralelo (III) (the end)

Creo recordar que fue el tercer fin de semana de descanso cuando recibí aquella carta. Llegué a casa y, tal y como me había ido acostumbrando, abrí con cuidado la puerta de entrada para no estropear las cartas que durante toda la semana el cartero había ido introduciendo por debajo. Había incluso aprendido a reconocer de un vistazo las cartas que no eran corrientes, las que no eran del supermercado al que antes solía ir cada martes y jueves, ni tampoco del banco o de la gasolinera. Solían ser también cartas publicitarias con colores llamativos o avisos de la comunidad de vecino acerca de la necesidad de aportar un dinero extra para nuevas reformas.

Esta vez era una carta de un tamaño algo superior al normal. El sobre era blanco pero todas las esquinas estaban bien definidas por un color granate, elegante pero a la vez austero. Mi nombre estaba escrito a mano con letra trabajada y educada, al menos es la impresión que me dio nada más verla.

Debido a lo bello que me parecía el sobre decidí ir a la cocina para coger un cuchillo que me permitiera no destrozar esa pequeña obra de arte. Finalmente logré abrirlo sin provocar en el sobre ni un solo rasguño. Saqué el papel que estaba en el interior y comprobé que su belleza no tenía nada que envidiar al sobre que se encargaba de protegerlo del mundo exterior. Antes de que ni siquiera pudiera leer la primera línea algo me decía que esta carta iba a cambiar mi presente y, tal vez, mi futuro. No me lo podía creer. No podía ser cierto. ¡Pensaba que eso siempre le pasaba a otros, nunca a mí!

Ahora que pienso sobre ello recuerdo por primera vez que me detuve en silencio de forma idéntica a cuando recibí la llamada de Bryan, mirando a un punto fijo de suelo. La diferencia estuvo en que ese silencio fue roto en mil pedazos por un grito desmesurado, un salto de alegría e, incluso debo reconocer, por más de una lágrima feliz y de alivio. No olvidaré jamás ese texto:

“El excelentísimo jurado de PREMIOS GRAHAM WORKER tiene el placer de comunicarle que, por mayoría absoluta y irrevocable, le ha sido concedida la XXII ESPADA AZUL por su relato TU MIRADA CONSTANTE, esperando con enorme orgullo su presencia en la gala de entrega que tendrá lugar el próximo 11 de abril”.

A día de hoy aún me cuesta creerlo, me cuesta darme cuenta que por fin fue reconocida mi obra. No recordaba que Karen, una vieja amiga, me pidió un relato mío para enviarlo al concurso de relatos más prestigioso de los Estados Unidos. “Estás loca” le dije sin tapujos. Ella me respondió que sabía en quién tenía que creer y confiar y yo era su mejor ejemplo.

“Tu mirada constante” no es ni más ni menos que un relato agónico acerca de una niña que por mal deseo del azar cae en el pozo de una de las fincas colindantes a la de sus abuelos. Relata los pensamientos de la joven así como el intento de rescate por parte de unos campesinos que iban de vuelta a casa. Es un relato de superación personal a pesar de no tener un final feliz.

No tardó en llegar la noticia del premio a todos los periodistas y escritores del país y, posteriormente, a toda la población. Recibí por parte de todo tipo de medios para rogarme que les concediera una entrevista de al menos cinco minutos. Admití todas las propuestas, pero, eso sí, todas debían ser en la mina, en mi labor diaria. Pasé a ser conocido como el “escritor minero” algo que, por otra parte, dio mucho juego a los reportajes que me hicieron, todas las fotografías tenían como fondo las excavaciones de la empresa de mi padre.

Me sentí por una vez recompensado, era feliz y el frío aire que soplaba por aquellos días de primavera y que antes siempre había odiado me encantaba y me seducía. Dejé la mina con la comprensión y la aceptación de todos, incluida toda mi familia, mi querido padre estaba orgulloso de mí. Fui contratado por diversas publicaciones como articulista fijo y, además, pude publicar varios libros cuyas ventas no fueron ni mucho menos moco de pavo.

Pasan los años y aún recuerdo los días que pasé trabajando de sol a sol. Los recuerdo a la vez que imagino, mientras escribo estas líneas, el sufrimiento por el que estarán pasando los que por algún tiempo fueron mis compañeros de trabajo, los que me ayudaron a entender lo que una amplia mayoría tienen que hacer para poder subsistir y seguir adelante, los que están al lado de mi pequeño mundo paralelo. Para ellos, sin duda, va este guiño.

1 comentario:

pony muerto dijo...

Aqui esta mi mundo paralelo...justo al lado del suyo :)