miércoles, 13 de junio de 2007

El disfraz

La jornada diaria de un periodista no se ajusta al típico orden diario de cualquier persona sino más al de ese médico de urgencias que espera una llamada a medio vestir o al de ese corredor de bolsa que a pesar de que el parqué ya haya cerrado él no tiene muy claro dónde y cuándo empieza y acaba su jornada laboral.

En uno de esos ratos libres de pequeños minutos para el relax encontramos a Teresa, periodista peruana afincada en España años atrás. Su hijo ya ha cumplido 6 años y debe de comenzar la educación primaria. Al lado de su casa, a apenas 50 metros hay un colegio concertado del que todas las madres vecinas presumen por sus buenos métodos educativos. Esa mañana Teresa había concretado una pequeña entrevista con la directora del centro para formalizar la entrada de su hijo, ya que sólo habían hablado anteriormente por teléfono, todo correcto.

Nada más abrir la puerta del despacho, el gesto de la directora se hizo algo tosco y agrio, a pesar de ello su capacidad de disimulo le permitió atender a Teresa como si nada en su cabeza estuviera rondando. Tras las presentaciones protocolarias llegó el momento de hablar del inminente ingreso del pequeño en el centro. Casualmente, en ese instante la directora dijo recordar que debía de ausentarse un par de minutos ya que esa misma mañana habían estado haciendo cálculos y comprobaciones acerca del número de plazas disponibles para el nuevo curso.

A los pocos minutos vuelve a aparecer la directora con cara pensativa. De forma directa y fingiendo un profundo malestar le comunica a Teresa que todas las plazas están cubiertas. Dado que la situación no era modificable se despiden amablemente y Teresa le agradece el interés mostrado, marchándose convencida de la mala suerte que había tenido con el tema de las plazas ya que ahora su hijo tendría que coger un autobús escolar para ir a otro colegio, a dos manzanas de su hogar. "Es muy chico, pero se acostumbrará" pensó.

Justo cuando Teresa salía otra madre esperaba para entrar en el despacho de la directora. Teresa le hizo un saludo algo complaciente, pensando que ella quizás tampoco pudiera inscribir a su hijo en ese colegio. Lo que Teresa no sabía es que esa mujer era también periodista, que trabajaba en el mismo periódico que ella aunque en una sección diferente y que...era española, no tenía la piel del color del cacao ni el pelo duro y agrietado.
Ella no tuvo problemas y su hijo fue directamente aceptado para cursar sus estudios en el centro. Válgale su suerte.

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